Cuántas veces hemos visto jefes, directivos o personas que en un rol de líderes se quejan porque el equipo que tienen al mando no está comprometido realmente con los proyectos. O cuántas veces en nuestra vida cotidiana, nos hemos quejado porque la persona con la que decidimos emprender un proyecto, (un viaje, un trabajo, una idea por sacar adelante… todo ello son proyectos) no está del todo involucrada, no la sentimos comprometida con nosotros y con el proyecto.
Tanto en nuestro ejercicio profesional como en la vida diaria, es muy difícil pedirle a alguien que se comprometa real y emocionalmente con nuestro proyecto si no somos personalmente capaces de involucrarnos en su realidad no como el jefe, el directivo, el gerente, el compañero de trabajo, sino como persona.
Crear espacios donde las personas que trabajan con nosotros sean capaces de traer sus emociones y aflorar como personas; permite que su trabajo se llene de vida y nos brinda la oportunidad de involucrarnos, escuchar y hacer parte de algún modo de su propia realidad. No podemos vivir aislados de un sentimiento de aprecio por la gente que día a día interactúa con nosotros en los proyectos que emprendemos.
Cuando aprendemos a escuchar a las personas que trabajan con nosotros ganamos respeto, reconocimiento y aprecio por parte de ellas hasta un punto en que la retroalimentación se torna fluida, eficiente y natural. Esta manera de conectarnos con los demás sin duda se convierte en una gran aliada para el logro de las metas en conjunto.
ERIKA FLÓREZ